Abrapalabra
¡El emperador está empeloto!
Vendedor
de valiosas baratijas
encantador de culebras
muertas de la risa,
profeta de lo que ya ha pasado,
vencedor
de una y mil batallas
en las que nunca ha peleado,
orfebre de objetos de barro
manicurista de leones disecados,
Casasanova
de cementerios y ataúdes
viudo eterno
de un plato de pescado,
enemigo
de profesores y filósofos,
para él
pensar es un pecado,
especialista en arreglar
lo que no se ha roto,
los niños gritan a su paso:
"¡El emperador está empeloto!"
Todos los ayeres son mañana
El hombre vio en el espejo su mirada, y se rascó la calma. Era hora de saltar a la ventana por la calle. Allí lo mismo era todo. Su cerebro ya le estaba afectando el desespero. Un mosquito espantaba mujeres por miedo a ser aplastado. Un vendedor de tiempo contaba las horas que había pasado sin vender. El hombre alargó la calle bajo sus pasos. El destino era el momento de la cita. Con calma fatal, desesperó su alegría. Entonces la copuló con la mirada. El vestido rojo embarazó la tarde. En la banca del parque, las palomas despertaban el sueño. Los ruidos llenos de ciudad le salían por los oídos. La ilusión era una ella que se desvanecía. Entró en su casa y destrancó la puerta. La poesía abrió un libro y la pluma que caía soñó una vida. "Todos los ayeres son mañana", pensó, devolviendo al libro sus palabras.